El golf no es una diana, es un viaje: Lo que la mayoría no entiende del disc golf

El golf no es una diana, es un viaje: Lo que la mayoría no entiende del disc golf

Dirigir la única tienda de disc golf a tiempo completo en España me ha enseñado mucho—no solo sobre plásticos, sino sobre personas. La mayoría de los días, en el Mercado de la Cebada, acabo hablando con madres, turistas, trabajadores del ayuntamiento o gente que simplemente pasa por Madrid. Y, una y otra vez, escucho las mismas dos preguntas:

  1. “¿Podemos poner solo dos o tres canastas?”

  2. “¿Esto es para niños?”

Y aunque parecen preguntas sencillas, en el fondo reflejan una idea equivocada. Porque el disc golf no es un juguete. Se basa en el juego del golf. Y el golf no es una diana: es un viaje.


El disc golf no es un punto, es un recorrido

Un campo de disc golf no es una simple estructura—es una experiencia conectada. Los jugadores se mueven de hoyo en hoyo, cada uno con ángulos distintos, obstáculos naturales, viento y terreno únicos. Algunos hoyos los dominas. En otros fallas. Pero siempre hay otro por delante, y ahí es donde está la magia: en el progreso.

Por eso tres canastas no bastan. No estás ofreciendo disc golf, estás ofreciendo una zona de práctica.

Si quieres que la gente se enganche de verdad, el mínimo recomendable es un recorrido de nueve canastas, cada una con dos salidas distintas. Estas salidas no solo cambian la distancia—también alteran el ángulo, la dificultad y la estrategia. Así, con nueve canastas puedes jugar 18 hoyos completamente diferentes.

¿Tienes espacio? Entonces construye 18. Un campo completo no es solo un juego—es un motivo para volver.


¿“Esto es para niños”? No exactamente.

Cuando los padres ven discos, lo primero que piensan es en juguetes—y lo entiendo. Pero el disc golf no suele enganchar a los niños por sí solos. La mayoría de menores de 13 años que se aficionan es porque juegan con su padre, su tío o hermanos mayores. Lo que les atrapa es la experiencia compartida.

La realidad es que el disc golf se parece más al billar o al ajedrez. Requiere pensamiento estratégico, precisión y paciencia. Por eso atrae a:

  • Ingenieros, manitas y curiosos, fascinados por la física del vuelo

  • Jugadores de mesa, de rol y de Magic, que disfrutan diseñando estrategias

  • Adultos que buscan una actividad gratuita, sin postureos y en plena naturaleza

¿Pueden jugar los niños? Claro. Pero este juego conecta especialmente con adultos que valoran el reto mental y la exploración. Ver todas las variantes de discos.


Por qué el disc golf encaja con el turismo rural

Y aquí es donde todo esto cobra aún más sentido: el disc golf como herramienta para atraer turismo sostenible a pueblos o fincas privadas.

A diferencia del golf tradicional, un campo de disc golf casi no necesita infraestructura. No hace falta regadío, ni pesticidas, ni mantener un césped inglés. Basta con que la hierba no crezca más de medio metro, quizá cortar dos veces al año, y listo. Es una actividad de bajo mantenimiento.

Y lo mejor es que cada campo es único.

El terreno de Bilbao, con su vegetación y humedad del norte, nunca se parecerá al de Sevilla, con su paisaje seco y soleado. Son ecosistemas radicalmente distintos. Y eso es lo que hace especial al disc golf. A diferencia de otros deportes—baloncesto, pádel, fútbol—donde las dimensiones y superficies son siempre iguales, en el disc golf ningún campo es igual a otro.

Por eso la gente viaja. Por eso reservan alojamientos y alargan su estancia. Porque cada campo es una historia nueva, una experiencia distinta. Y eso es una oportunidad real para pueblos que quieren atraer visitantes con algo auténtico, ecológico y accesible.


Conclusión: Diseña el viaje

Para responder con claridad a esas preguntas frecuentes:

  • No, el disc golf no es solo para niños—es un juego con estrategia, comunidad y naturaleza.

  • No, tres canastas no bastan para transmitir lo que realmente es este deporte.

  • , la gente viaja para jugarlo—porque cada campo es distinto, y cada partida es un nuevo reto.

¿Cómo lo sé?
Llevo más de 30 años jugando al disc golf, en varios países, y viviendo de forma permanente en distintas comunidades. He vivido el deporte desde dentro: primero como un joven atraído por el reto intelectual y la parte social, y ahora viendo cómo muchas familias lo descubren y lo disfrutan juntas.

Es sencillo, es potente—y cuando se hace bien, puede transformar un lugar.

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